Saber lo que te conviene no es sinónimo de hacerlo. Un desorden mental que nunca me da por ordenar. Pero todavía es pronto para que los sentimientos le ganen a la cabezonería. Y te presionas, te pones metas altísimas por el simple hecho de saber que no vas a llegar. Una cantidad de dudas desbordantemente desproporcionada al pequeño montón de cosas claras.

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