viernes, 29 de julio de 2016

A decir verdad

Entre las cosas del mundo que a día de hoy aun no comprendo está la volatilidad de los sentimientos.

Durante tanto tiempo concebí mi vida en aquel teatro atestado de personas que no conozco ni quiero conocer (pero en cuyo escenario estaban tus pies), que hoy sigo paralizada ante tu desprecio, al cual siguió aquel momento en el que, amablemente, me invitaste a abandonar el lugar. Ni siquiera me acompañaste a la puerta, no quisiste llevarme de la mano; estás manos que te han secado las lágrimas, el cuerpo y el alma más de una vez.

Me duele a deshoras, cuando creo en la magia y tu recuerdo lo hunde, cuando creo en la psicología y tu puto recuerdo lo vuelve a hundir. Quizás porque creí en ti como creo en el presente y en la vida eterna (los días no vividos)

Aun sigo en la fase del proceso previa a la tristeza; no niego que ésta viene a menudo llena de acordar que a ti te compongan y a mí, en todo caso, me recompongan un poco. La fase, digo, de follarme de rabia todo lo que huele a ti sin ganas ya de hacerle el amor a las fotos. Ahí estoy.

Ojalá me leas hoy. Quiero escupirte que el everlasting light de encima de mi cama mutó a last light en aquellos meses que te sostenía a mi lado como en un cámara de oxígeno, no para salvarme a mí, sino a ti. Y que hoy la impronta que dejas es simplemente light. Light soy yo, consciente de que no lo hiciste bien ni al principio ni al final, de que no me mereces (tampoco mereces esto, pero yo sí).

Ojalá me hables hoy.
Pero no. No te dejan.

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