Vale, lo tengo. Dave ensaya frente al espejo de escalera.
Prueba veinte sonrisas diferentes y no para de titubear las mismas frases. ¿Qué
me pasa? Solo voy a visitar a mi esposa; llevamos diecisiete años casados. Coge
su chaqueta, apaga la luz del pasillo y, antes de salir, echa un último vistazo
a su aspecto. Bien. Mejor voy andando, prefiero no pensar en nada, pararé en la
fuente del centro a refrescarme y, además, tengo que pasar por la floristería.
Hola Sonya. ¿Qué tal? Pff, qué nervios más tontos. Llevo una
semana preparándome el modo de contarte todo esto pero ahora mismo estoy en
blanco. Disculpa mi torpeza. Te he traído flores. En cuanto entré a la
floristería del barrio de mi infancia no dudé ni un segundo, fui directo a por
las violetas. ¿Te acuerdas cuando llenamos la habitación de ellos y saltábamos
en la cama? Fuimos tan felices… El mes pasado fue nuestro aniversario. Perdón
por no felicitarte. Bueno, perdóname por no visitarte tanto como me gustaría,
pero sabes que este lugar en el que ahora vives… No sé, no me siento cómodo, es
todo gris por aquí. Pero bueno, no hace falta ser muy listo para saber que a ti
tampoco te gusta, y que el día que cogiste el coche enfurecida tras aquella
discusión no pensabas que terminarías aquí. Hace ya tres años. Sonya, te echo
mucho de menos. Me pasé meses llorando, rogándote que volvieras o suplicándole
a Dios que me llevara contigo de nuevo. Me volví loco, no paraba de hablar de
ti a todas horas. Te buscaba por el pasillo, en tu rincón de la cama, en el
balcón, mirando al lago…pero nada. Aunque ya estoy mucho mejor. De eso quería
hablarte, aunque claro, no es ningún secreto, seguro que has escuchado rumores,
por eso creo que debo contártelo. Verás Sonya, sabes que tú has sido el amor de
mi vida, y eso nada ni nadie lo va a cambiar. Te agradeceré cada día los hijos
que me has dado. Por cierto, quiero verlos alguna tarde y darles mis
explicaciones. Desde que te fuiste de casa todo cambió. Ya tienen sus vidas y
no me necesitan. Bueno, a lo que iba. Yo no buscaba nada, pero encontré a otra
persona. Ahora me pierdo en otros labios que no son los tuyos, rozo una piel
que no es la tuya, y hay otra cama. Ya sé que suena brusco, pero no rendí
fuerzas para controlarlo. Ella es increíble. Quizás te gustaría conocerla.
Aunque, aun así, me siento mal por haber encontrado la felicidad. Es tarde, me
tengo que marchar. Cariño, espero que allá donde estés me entiendas y me puedas perdonar. Volveré cada domingo, lo
prometo. Te quiero. Nunca te olvido.
Dave dejó la flores en un extremo. Besó el frío mármol
mientras acariciaba dulcemente las letras:
Sonya Reynolds (1970-2006)
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