martes, 20 de agosto de 2013

No hago ruido porque son las 2 de la mañana y estás durmiendo. Fusiono en mi mente tu cama con la mía y me pego a la pared para intentar no molestarte demasiado. Miro la luna sabiendo que ella está alumbrando el suelo de tu habitación en estos momentos, o la pared; quien sabe si tu cara. Me pongo la ropa que sé que te gusta y me miro al espejo mirándote a tus ojos que me miran. Si río, mi risa es solo el eco de la tuya. Me siento y te siento. Me recreo y creo que mis manos son las tuyas en un burdo intento por tentarte, mi suerte.

Mi suerte, mi verano, mi mar de invierno, mi lugar preferido, mi perfume, mi cabaña, mi amigo, mi libertad, mi amor.

Estoy ebria de ganas y aun así mantengo el mono y el gusanillo de tenerte. Aunque te tengo.

Doscientos veintiséis kilómetros, unos treinta escalones, cinco pasos y mil besos. Solo un cierre de pestañas para embaucarme de ti. Pienso que la distancia no es más que una barrera humana para el cuerpo porque de verdad me siento conectada a ti y mi alma pega gritos de vida porque algo o alguien la acaricia. Puedo verte cuando quiero, te hablo a todas horas y aunque no somos expertos en descifrar envíos de energía, espero que al menos la sientas.

A todo esto me refiero cuando digo que eres mío; no me vayas a tener miedo.
Shhh...sigamos durmiendo.

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