domingo, 27 de octubre de 2013

Chainatown

De repente, ya no existe. Se ha esfumado la gloria, el salvaguardar principios y la ironía de los lunes que me acercan más a ti. Mi casa me ha desahuciado, ya no quiere ser mi hogar porque quiere llenarse de okupas que le den mala vida pero nunca se queden a comer techo en la mañana. El epicentro de terremotos invisibles, la lava del volcán inactivo, el rápido pasar de las horas en el reloj parado. La Magia ha muerto; ni siquiera puedo ni quiero escribir sobre levitación u otros efectos colaterales de mezclar ADN. De hecho, me estoy obligando a mierdaparafrasear para dejar constancia de que en este preciso instante estoy cagándome en el ciclo de la Naturaleza vital.

Se ha transformado la utopía de mi felicidad en algo que no conozco. Si ahora te escondes en oscuridades casi azules, en largas piernas y rubias. Te he sacudido de mi hombro y sufro el síndrome de Alicia porque te miro todo el tiempo, pero es tan poca mi vida que no te veo. La magia ha hecho desaparecer a la magia. Las cosas útiles no sirven de nada sin una fechoría explícita que las haga conseguir. ¿Es esta la despedida más abstracta de la historia, querida Oniria?

Ahora me toca desaparecer a mí. Esta inercia me pide sensibilizarme la piel. Buscar para perderme, no saber como me llamo, sorprenderme cada vez que me mire al espejo. Luna, acógeme en tu paisaje porque voy a querer escapar y volver al caos. Ya sabes. maremoto insensato, que debes permanecer impasible ante el ego que me proceso en estos momentos. No espero menos de la lluvia que me moja los pies en verano. No espero menos del palo más largo que el resto. No espero menos de la esperanza en la fe ni de la fe en la esperanza. No espero menos de ti.

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