viernes, 4 de abril de 2014

Cinco meses.

He descubierto que odio cuando inspiras porque la piel de tu tripa se despega de mi espalda por un segundo y medio pero, por otra parte, cuando echas todo el aliento en mi nuca y vuelves a rozarme, me sabe a gloria.

Me gusta cuando tu corazón juega a sístole y diástole porque estás vivo, pero más me gusta cuando lo hace en mi pecho haciéndome pensar que a ver si es que compartimos un mismo órgano vital y yo aun no me he enterado.

Más me gusta aun cuando tu cerebro envía la señal de pestañear y se desnuda la razón de mi vida y la perdición de cualquier persona. Tu boca es un precipicio lleno de palabras, besos y sonrisas que son-risas.

El mapa de tus lunares es el mejor regalo que me han hecho nunca pero perdona si me lo dejo en casa intencionadamente. En la práctica, prefiero perderme cada día en ellos y ojalá no volver a salir a flote.

No sé si es en la epidermis, en la dermis o en la hipodermis donde reside el imán que nos impide despegarnos pero a mí me gusta aunque todavía esté en periodo de prueba y nos de algún que otro calambre.

Si es que me gusta tu respiración en formato excitación, en formato post-orgasmo mientras te vas apagando y te dejas vencer por el formato "estoy dormido y soy lo más bonito que has visto jamás". Que sí, que sí, que me gusta hasta la circulación sanguínea en tu pene, como cuando estudio el aparato reproductor en clase y luego te utilizo de cobaya.

Ahora hablemos de los 206 huesos y 650 músculos que te forman. No sé si sería más apropiado empezar siguiendo con el dedo tu clavícula, besando el espacio entre tus omóplatos o haciendo puenting por tu cresta iliaca. De veras espero que me dejes veranear ahí, donde estén las mejores vistas de tu culo, que se contrae a la vez que pierde el control.

En tu espalda reside el único parque de atracciones donde no se pasa miedo, donde tu columna vertebral simboliza libertad y tus costillas solo son el preludio de las cosquillas.

Que me perdone Steve pero pienso seguir siendo yo quien te muerda el esternocleidomastoideo hasta erizarte la piel mientras tú continúes empalmándome el alma.

Que me roce tu barba, que tus dedos me sacien, que me abracen tus piernas y que la vida me conserve los cinco sentidos para tenerte siempre es lo único que le pido a la Madre Naturaleza.

Para concluir esta clase de Anatomía...¿entiendes ya por qué no me gustan las mujeres? Si sigues sin entenderlo es que no amas tanto tu cuerpo como lo hago yo.

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